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Nom035 y Emergencia Sanitaria

Frente al estrés laboral generado por la atención de la emergencia, es de suma trascendencia reflexionar sobre los factores psicosociales a los que se enfrenta el personal de respuesta en primera línea. Destacan el aumento de la ansiedad, un estado de ánimo bajo, poca motivación y pensamientos depresivos. Algunos de los elementos que pueden inducir estrés en este grupo laboral son el temor por el propio bienestar, el de los miembros de la familia y el del personal con el que labora. Otro nicho de malestar en este contexto es el de la falta de Equipo de Protección Personal (EPP) adecuado o de una red de apoyo emocional. Esto último relacionado con un tejido social debilitado.

A la situación ya presentada se suma la tensión entre los protocolos de seguridad establecidos y el deseo de cuidar o apoyar a las personas (por ejemplo, garantizar prácticas de entierro seguras, aislamiento y aplicar políticas de no tocar). De igual manera, la dificultad para mantener actividades de autocuidado, como el ejercicio, los buenos hábitos alimentarios y las horas necesarias de descanso. Todo lo mencionado sostiene un evidente nexo con los riesgos psicosociales del personal más expuesto a contraer el virus. No obstante, al hablar de la crisis sanitaria y el entorno laboral en este sector, cobra relevancia otro aspecto de observancia de la NOM-035: las cargas de trabajo y la disociación entre esfera personal y laboral.

De lo anterior emana el hecho que el personal de primera línea de respuesta ha tenido que trabajar en situaciones irregulares con una exigencia excepcional. Se ha postrado frente a decisiones difíciles y en ocasiones ante situaciones traumáticas que coinciden con la necesidad de reorganizar su vida privada y en algunos casos de cuidar de personas dependientes.

La situación expuesta indudablemente repercute de forma negativa en el equilibrio entre la vida laboral y la vida privada, con consecuencias perjudiciales para la salud mental de las y los trabajadores . Si bien es un hecho que nos encontramos en medio de una coyuntura completamente atípica, lo mencionado es de utilidad para cristalizar la fuerte relación entre el entorno laboral y la salud mental y emocional de las personas trabajadoras. En este tenor, se vuelve oportuno incorporar al desarrollo de las políticas públicas conceptos como el de trabajo saludable. Mismo que la OMS define como “aquel en que la presión sobre el empleado se corresponde con sus capacidades y recursos, el grado de control que ejerce sobre su actividad y el apoyo que recibe de las personas que son importantes para él (sic)”.

Se apela a este concepto pues cobra relevancia ante ejemplos como el expuesto. Empero, es igual de útil al extrapolarlo a personas que se desempeñan en demás sectores o contextos, debido a que denota que un entorno laboral saludable no es únicamente aquél en que hay ausencia de circunstancias perjudiciales, sino abundancia de factores que promuevan la salud.

en el contexto actual se complejiza la concepción de entorno laboral. Frente al hecho de que los centros de trabajo deben ser pensados desde una óptica distinta, también destaca la pérdida de control de las personas trabajadoras sobre ciertas herramientas y procesos de trabajo.

Si se considera que para realizar las funciones laborales muchas personas han de garantizar el acceso a equipo de cómputo personal o a internet, por ejemplo, resulta evidente que brechas prexistentes se hacen decisivas. Es por esta razón que, como se apuntó anteriormente, la situación obliga a analizar la NOM-035 con un enfoque de derechos humanos que permita entender los efectos diferenciados de la crisis sobre los potenciales riesgos psicosociales en los centros de trabajo.

Una situación de observancia es la creciente desigualdad entre géneros. Esto al reconocer que las mujeres soportan una carga desproporcionada en las responsabilidades de cuidado. Debido al cierre de escuelas o sistemas de atención, continúan siendo las mujeres, como resultado de estereotipos que tienen que ver con la división sexual del trabajo o “roles de género”, quienes compaginan la atención de responsabilidades domésticas con sus funciones laborales.

Estas tareas domésticas, a las que se suma el cuidado de las personas dependientes, se efectúan en el hogar que es ahora el “centro de trabajo”. Lo que obliga a realizar un análisis desde la perspectiva de género de la situación de las mujeres en el mundo laboral. En específico, de las cuestiones relacionadas con la Seguridad y la Salud en el Trabajo (SST), particularmente de los factores de riesgo psicosociales que se han incrementado durante la crisis sanitaria por la que atraviesa el mundo entero .

Si bien el trabajo desde casa puede conllevar beneficios para las personas trabajadoras en entornos no pandémicos, también es una realidad que en la coyuntura actual esta modalidad ha planteado grandes desafíos. Con las medidas de distanciamiento social y confinamientos se ha obligado a las personas a permanecer en sus hogares y en ocasiones a trabajar desde ahí. Lo que implica el confinamiento de familias enteras en espacios reducidos y situaciones de estrés económico. Se menciona lo anterior pues se vincula con el riesgo de violencia doméstica al que se exponen particularmente mujeres, niñas y niños, una problemática adicional que se vincula con retos de aplicación de la NOM-035 en esta nueva realidad.

Todo esto nos lleva a aseverar que la pandemia por COVID-19 ha dejado al descubierto el papel crucial que desempeña la SST para promover el trabajo decente. Debido a esta crisis sanitaria la población se ha sometido a niveles elevados de estrés que pueden tener consecuencias negativas en el bienestar y la salud mental de las personas trabajadoras.

Respecto a la implementación de la NOM-035, si bien esta fue diseñada y publicada previo a esta crisis sanitaria, se hace evidente la necesidad de evaluar los principales retos y obstáculos a los cuales se enfrentan los gobiernos y las personas empleadoras para su correcta implementación en el contexto actual generado por la pandemia.


Fuente: CNDH